Por: Luís Novais, consultor.Cuando se pregunta a un directivo de una empresa minera por la causa principal de la conflictividad social asociada a la minería o por las dificultades para negociar con las comunidades el inicio de nuevos proyectos, las respuestas suelen repetirse casi invariablemente. En primer lugar aparece la “falta de información”, seguida de la “manipulación política”. Ambas explicaciones suelen presentarse, además, como estrechamente vinculadas: se asume que existe manipulación precisamente porque no hay información suficiente para neutralizarla o contrarrestarla.A partir de este diagnóstico, muchas compañías inician sus procesos de negociación produciendo y distribuyendo materiales informativos, organizando talleres y explicando el proyecto con detalle. Su objetivo es corregir el supuesto déficit informativo y neutralizar así a los “manipuladores”.No niego que, con frecuencia, llegamos a comunidades que tienen una comprensión muy limitada de lo que implica la actividad minera. Recuerdo una en particular donde no se distinguía entre exploración y explotación, y muchos estaban convencidos de que el mineral sería extraído directamente a través de las perforaciones diamantinas.Dado que se trataba de una comunidad productora de quesos, opté por una analogía cercana a su experiencia cotidiana. Llevé un queso y una navaja a la asamblea, corté una porción mínima y expliqué que no estaba negociando la venta del queso, sino solicitando permiso para probar ese pequeño fragmento, con el fin de evaluar si me interesaba adquirirlo.La comparación fue bien comprendida, ya que la comunidad organizaba una feria anual y ese procedimiento era habitual entre los productores para demostrar la calidad de sus quesos.Si este déficit informativo es real, considero, sin embargo, que no es el principal problema que enfrentamos. La barrera inicial, que bloquea cualquier acción –incluidas las informativas– es la desconfianza.En mi libro Campesinos y Mineros (IIMP, 2019) desarrollé el concepto de trauma histórico. ¿En qué consiste? Es un sentimiento de exclusión profundamente enraizado en la historia del Perú y que se activa cada vez que un foráneo llega a desarrollar una actividad económica. A los ojos de la población, ese foráneo revive simbólicamente la figura del conquistador.No cabe aquí profundizar en la noción psicológica de trauma, pero, en términos generales, se entiende como una experiencia dolorosa que supera la capacidad de racionalización, altera el sentido de seguridad y persiste en el tiempo. Cuando un trauma se reactiva por elementos que la mente asocia al hecho original, surge de inmediato una reacción inconsciente de defensa. Así como un excombatiente puede tirarse al suelo al oír fuegos artificiales, un poblador puede sentir desconfianza automática al ver llegar el “foráneo-conquistador”.El primer problema reside exactamente aquí: es inútil intentar informar a quien se siente desconfiado frente a nosotros. Antes de dar información, es necesario desactivar el trauma histórico, creando una relación de proximidad que supere esa desconfianza inicial.¿Cómo hacerlo? A partir de mis trabajos de campo desarrollé una metodología cuyo primer paso es la “M” de mimetización. Lo esencial es que la población nos conozca como seres humanos iguales, con afectos, con compasión y capaces de comprender y vivir su realidad. Y para eso, más importante que folletos desplegables, carteles o presentaciones en PowerPoint, es participar en su vida cotidiana.Hoy, yo y quienes trabajan conmigo sabemos arar con yunta, sembrar papa, cosechar maíz, limpiar acequias, participar en un chaco de vicuñas y muchas actividades más.Recuerdo un caso concreto: debía conseguir una licencia de exploración en el territorio de una comunidad. Llegué únicamente con el conductor y, al acercarnos a la plaza, vimos un grupo de pobladores desgranando maíz para la fiesta de su santa. Me acerqué, pedí permiso para ayudar y me sumé a la actividad, compartiendo su chicha y la coca que yo mismo había llevado.Como suele ocurrir, trabajamos, contamos chistes, intercambiamos anécdotas, escuché sus historias y costumbres, y conversamos de manera natural sobre quién era yo y por qué estaba allí. Me invitaron luego a participar en la limpieza de acequias, anunciando que habría chicha y danzantes de tijeras. Acepté con gusto.Después de estas interacciones, programé reuniones con las asambleas de los anexos para explicar el proyecto de exploración, las perforaciones, sus impactos y las contrapartidas, incluyendo la contratación de comuneros para apoyar los trabajos.Un mes más tarde se celebró la asamblea general y la licencia fue aprobada por amplia mayoría. En un mes se logró lo que estaba previsto para un año… tanto que la empresa tuvo que apresurarse, pues no estaba preparada para iniciar en un plazo tan corto.El ejemplo ilustra el punto central: el primer paso es desactivar el trauma histórico. Por ello, no se debe empezar con la información, sino con la mimetización. Una población desconfiada rechazará todo lo que se le diga. Una población con la que primero nos mimetizamos estará dispuesta a escuchar y confiar en nuestra buena fe.Solo después de esta ‘M’ de mimetización podemos pasar a la “I” de información. Luego siguen los pasos naturales: “N” de negociación, “A” de apoyo y “A” de acompañamiento. Así se forma el significado del acrónimo MINAA.